OPINIÓN: a las puertas del infierno

De: Evelyn Gómez Castro, Psicológa Magíster en Psicología Clínica de la U. de Chile

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Leyendo la Divina comedia de Dante Alighieri, de pronto tuve una epifanía que me hizo comprender algo que no pensé que importaba desde siempre. Me inquietan muchísimo aquellas personas que han elegido no hacer algo bueno aun cuando podrían y, también me preocupan aquellas personas que han elegido no evitar el mal, aun cuando tienen las herramientas para hacerlo. En ambos grupos encontramos a muchos. Ahí están los que “eligen no meterse en problemas” aun cuando vean las injusticias cometidas; prefieren no abanderarse con ninguna causa porque su integridad puede caer en desgracias; o bien, escogen apartarse y no opinar. Y así, viven la vida sin aportar ni comprometerse con nada.
Dante realiza una descripción magistral del infierno, los pecadores y de las penas padecidas. Pero no habla necesariamente, de un infierno después de morir. Habla del infierno que se vive a diario según tus malas prácticas. En el Infierno de Dante ¡hay espacio para todos!
Bueno, sucede que las personas que mencionaba anteriormente, esos que no se comprometen “con nada” y sólo se preocupan de cuidarse a sí mismos, ni siquiera pueden ingresar al Infierno descrito por Dante. Esos que jamás hicieron algo bueno o malo residen en las orillas del Aqueronte –el rio que debes cruzar en el bote del barquero hacia el infierno-. Su castigo es el de perseguir eternamente una bandera en blanco mientras son atacados por abejas y avispas que continuamente los pican mientras gusanos y otros insectos succionan su sangre y lágrimas. Como no fueron capaces de abanderar ninguna causa; ahora deben correr detrás de un estandarte vacío y no por motivación propia, sino por evitar las picaduras de las abejas.
Tal vez lo anterior parece descabellado, pero si interpretamos la metáfora descrita por Dante –que condujo el darme cuenta-, nos encontramos efectivamente, que aquellos que no se comprometen con nada, viven llenos de miedos –gusanos-, tratando ingenuamente de evitar el dolor que estos últimos producen –abejas-. Además, como nunca han podido defender o luchar por sueños que incluyan a otras personas –excepto los más próximos- persiguen sin sentido, las propuestas pedestres del individualismo, poniéndose al resguardo de manera paranoica, de todo aquello que pueda dañar su propiedad privada, la posibilidad de un ascenso o el logro de estatus. Así corren detrás de un estandarte vacío, dominados por todo aquello que representa al poder, convencidos que su manera de actuar evitará problemas o complicaciones, comprándose una vida que jamás terminan de pagar.
Me gustaría que aquellos que no se comprometen fueran minoría, pero, miro a mi alrededor y conforman una cantidad significativa. Dejan huellas invisibles pero aniquilantes. No podemos trabajar, solo pensando en nosotros mismos. De esa manera intoxicamos la dinámica social.
Toda persona que trabaja con otras personas, tendría que comprometerse irrestrictamente con poner todo de su parte para hacer el bien y evitar el mal. La humanidad se construye en comunidad, no en aislamiento. Aun cuando el gesto de compromiso sea pequeño, si es decido, la realidad cambia, nosotros cambiamos.

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